domingo, 31 de diciembre de 2017

No voy a desearte un feliz año nuevo

No voy a desearte este año un feliz año nuevo, porque eso sería poner mis palabras al servicio de la hipocresía y devaluar la felicidad hasta el ínfimo estado de concentrar en un puñado de días, a modo de aleph, todo el esfuerzo, los éxitos, las derrotas, las pérdidas, los dolores y todo tipo de frustraciones de todo un año disfrazadas de sonrisas congeladas.

Todas esas experiencias que convirtieron las sensaciones de todo el año en un grueso manto blanco sobre el que escribir con tinta roja lo que ha de venir el próximo, escondido en cada esquina de un futuro llamado incertidumbre.

No pretendo con ello sonar a trompetas de epitafio, sino colgar una guadaña de tutela sobre la puerta  de nuestros futuros deseos. Porque con cada uno de nosotros se enciende una estrella de esa sombra oscura tejida por la diosa Nix. Cada uno mira a su estrella, tomando como propio solo el brillo de su constelación, olvidando que lo más importante es ver toda la vía láctea como un sendero de personas que están puestas ahí  para llevarnos hacia la eternidad.

Es por ello que quiero hacer epílogo a este año pensando en que mi estrella titila, en que mi constelación se tambalea, pero que en mi órbita por ese cielo que formáis todos me sigo sintiendo una estrella fugaz y afortunada.



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