miércoles, 5 de abril de 2017

Round the word

Apenas miraba el mapa, los meridianos me cambiaban de hemisferio y se resbalaban de los bordes como finas hebras de hilo quirúrgico. El gran azul chorreaba hasta el vaso medio lleno e iba buscando peligrosamente la gota que lo colmara. Con mis gafas, de combate, puestas sobre la mirada profunda y las alas desplegadas me fui sumergiendo en un dulce vuelo entre nubes de algodón y convulsiones de otras tormentas. Me sentía de nuevo subir hasta que lo de arriba era abajo y lo de abajo arriba y en esas empecé a teclear con auténtico desdén en busca de la siempre inefable escritura automática, y dejé el cadáver exquisito de tanto verso libre. Con la prosa de compaña me subí a la cresta de un ensayo distópico y naufragué en mares de acuarela. Remonté ríos de tinta y escalé hasta proverbios insondables.

A partir de allí no encuentro la forma de vivir adrede si no es a través de un alucinógeno consuelo, una pelota de goma que embarco y nadie me va a buscarla. Con música de Saint Germain des Prés Café de fondo, y el suave arrullo de un Ahora en el hombro. ¿Qué es un Ahora? Una antigua leyenda decía que las personas eran hace mucho tiempo animales simbióticos e iban siempre acompañados de un pequeño pájaro que revoloteaba en silencio sus cabezas. Cada vez que los humanos veían un paisaje único, daban su primer beso o conocían a alguien especial el Ahora les daba un pequeño picotazo en la cabeza y creaba un momento de Plena Consciencia.

Pero como las cosas buenas no son de nuestro gusto y nos cuesta cuidarlas como se merecen los Ahora empezaron a caer en la noche del olvido y pronto fueron sustituidos por pájaros de negro plumaje llamados Antes y Después.

Pero el final de la historia quiere necesariamente que dejemos una luz a la esperanza, una flor a la primavera, y permitamos darnos unos segundos en cerrar los ojos, respirar profundo para espantar las plumas negras y sentir el picotazo de un Ahora que nos guardamos en el alma.


El mundo puede esperar, los trenes seguirán pasando, eso es cierto, pero ya dijo Gloria Fuertes “me dijeron: O te subes al carro o tendrás que empujarlo. Ni me subí ni lo empujé. Me senté en la cuneta y alrededor de mí, a su debido tiempo, brotaron las amapolas”


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