martes, 14 de marzo de 2017

Detrás de cada puerta

Nadie me dio el manual de instrucciones de la vida, o se mojó por el camino y nunca pude leerlo. Solo sé que salí a buscarte una mañana de marzo y ya no he vuelto a ser el mismo. Pernocté en antiguos palacios lituanos a orillas de un lago helado, subí a las Montañas de Tatra siguiendo palabras que no comprendía, hice un alto en el camino en un pueblo desde el que se podía ver la cumbre nubosa del Ararat. Vi oxidarse el amor en los puentes y una honesta reverencia sobre una tumba en Monparnasse. Encontré a un indígena pescando bajo la sombra de un gigante soviético, una anciana cegada por los primeros rayos de Kinich Ahau, una pesadilla en Elm street. Perdí mi sombra en el Tiergarten, la credibilidad buscando una puerta alquímica en un barrio de Roma y la decencia nadando con tortugas en Tulúm.

Soñé novecientos kilómetros a pie hasta el lugar donde muere el sol, tú soñabas con besar el suelo de Broadway, soñamos también con volver a caminar de noche por Venecia con máscara y capa. Pasamos miedo en un bus de Estambul y una cena inolvidable en el Chapitô.

Algo vivido, mucho mundo más por ver. Te espero en alguna calle de Chaouen llena de gatos, en una librería de Montevideo, no le pongo nombre hasta que el olor a papel viejo me lleve a ella. Un estornudo oportunista junto al Perito Moreno, un baño de sol en Valparaíso, un dibujo a tinta en Rapa Nui o un cuento de los hermanos Grimm en Kassel.

Te esperan a la vuelta de la esquina diarios de motocicleta, viajes por el scriptorium con vocación de flâneur. Dice Paul Theroux: Deja tu casa. Ve solo. Viaja ligero. Lleva un mapa. Ve por tierra. Cruza a pie la frontera. Escribe un diario. Lee una novela sin relación con el lugar en el que estés. Evita usar el móvil. Haz algún amigo.


La vida no se acaba mañana… la vida se acaba Hoy.


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