viernes, 6 de diciembre de 2013

El abismo que nos separa...

Nuestra vida transcurre  como una campana de Gauss, parte de la nada en una infancia anodina que se encarga de darnos los datos técnicos que van a gobernar nuestras vidas hasta el  día en que la curva se acelera, nos remonta a las nubes, todo empieza a cuadrar, nos empezamos a conocer, empezamos a saber cuáles son nuestros fuertes, nos tropezamos y nos equivocamos, empezamos a elevarnos y a respirar libres, hacer picnic en las nubes y ver nuestra tierra a lo lejos. En este vuelo sin motor viajamos por los senderos de nuestra consciencia, conocemos otra gente, otras culturas, vamos librándonos de prejuicios y llenando los bolsillos de manías. Un día cualquiera oteamos  en el horizonte una sombra negra, un talud escarpado en mitad de la explanada y una profunda sima a la que no vemos fin, un eterno abismo y una corriente de aire gélido que se nos incrusta en la columna.
El abismo es la cresta de la ola, el adiós a una época, el trasunto del pasado y el punto de inflexión del futuro. No hay una edad establecida para sentir el abismo, para sentir la llamada o la repulsa, pero está ahí para devorarte, para convertirse en tu larga travesía por el desierto, el torbellino que quiere arrojarte al malvado reino de Oz. Y tendrás que poner toda la carne en el asador, aferrarte a tus valores cultivados a lo largo de los años y confiar en que son los buenos porque si no vete a saber dónde vas a ir a parar.
Hay muchas formas de afrontar el abismo y hay un bonito fragmento de una historia encontrada en un antiguo cartapacio bizantino que dice así:

 “...el abismo siempre ha existido así, tal cual lo ves, en mitad de la vida de todos, en mitad del camino y según qué persona seas tendrás un tipo de relación con él.
 En primer lugar existen los cazadores de tesoros, personas inquietas, dinámicas, trabajadoras, muy serviles y también curiosos, que en cuanto sienten el abismo corren deprisa a ver qué se puede atisbar desde el filo de su precipicio. Por alguna razón saben, sienten, que cerca del abismo se cuecen cosas maravillosas para la vida y corretean arriba y abajo cerca del borde buscando ese algo. Sufren el abismo durante toda su vida porque saben que siempre están ahí al filo de lo imposible y que al otro lado hay más, sin decidirse entre aquí y ahora o allí y quién sabe.
También existen los creadores de sueños, los que desde una temprana edad son conscientes del abismo, se nutren, se preparan para el día del gran salto y su imaginación los hace ver cosas que solo podrían existir al otro lado de la oscuridad. Son determinados, egocéntricos y férreos en sus costumbres y nunca van a dejar que algo les impida intentarlo. Son ante todo osados, imperturbables e imaginativos, se dedican a buscar materiales para construir un puente hacia el otro lado y llevan su vida en una mochila.
En último lugar existen las personas ajenas a esta realidad, temerosos todos ellos de dios, que lo evitan, lo repudian y lo olvidan, construyen sus casas cerca de sus pertenencias y no se alejan mucho del cauce de los ríos. Podrían parecer que estas personas viven felices y ajenas al abismo, pero no es así, el abismo late en sus sienes en las noches oscuras sin luna, en el nacimiento de cada hijo y en los noticiarios de sucesos..."

Los conflictos están servidos, no hay dos personas que sientan el abismo de la misma forma, unos lo temen, otros lo idolatran y otros lo retan, cuando los temerosos coartan a los buscadores estos se sienten esclavizados, cuando los creadores tiran de un temeroso lo disocian y cuando los buscadores se acercan demasiado a un creador corren el riesgo de caerse. Así es la vida, así son los miedos, así da vueltas la ruleta del mundo. Acércate, siéntate al borde del abismo, siéntete y piensa cuál es tu relación con él, sin miedo, con paciencia, elije tu lugar, olvida lo demás, deja de ser persona y conviértete en idea, en luz pura y decide tu destino.


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