jueves, 5 de julio de 2012

Ladrones de tiempo


Estén atentos esta noche, damas y caballeros, porque voy a desvelarles uno de los más grandes secretos arrastrados a las tinieblas a lo largo de los años. La existencia de los ladrones de tiempo, los devoradores de segundos y/o guardagujas.

Este grupo de adoradores de Kronos han perdurado de generación en generación buscando en todo momento buscar su lugar en el mundo conforme a las premisas que les marca el tiempo como elemento lineal, buscando dotarlo de otros elementos más flexibles y mitológicos en pos de una ruptura en la linearealidad de la vida humana.

Grandes pensadores de esta enigmática secta han sido Leonardo Da Vinci, Lewis Carroll, Salvador Dalí, Stanislav Lem, Jean Eugène Robert Houdin, Julio Cortázar o Andrei Tarkovski entre otros. Todos ellos, sin excepción, han pasado gran parte de su vida adulta buscando, a través del arte, el camino hacia nuevos puentes espaciotemporales. Estos guerreros del lienzo y el papel dejaron a su paso mucha ficción pero pocas pruebas reales y prácticas de cómo conseguir manipular el tiempo a tu alrededor y dominar el espacio a placer.

La única prueba fehaciente de que realmente estos acólitos de Kronos consiguieron ahondar con sus minuteros en las oscuras grietas del tiempo es que fueron, cada uno a su manera, capaces de acumular una sabiduría más allá de lo humanamente normal para dejar un registro de obras de exquisita magnitud.

Ha quedado de ellos un surtido de anotaciones, inventos, bocetos, textos que daban a entender esa búsqueda, esa relación intertemporal con un secreto velado, por otro lado discreta y solitaria. Algunos de esos guiños sublimes podemos vislumbrarlos en “esculpir en el tiempo” del director ruso Tarkovski, “Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda a un reloj” del escritor argentino o el testimonio gráfico de los relojes blandos de Dalí.

En la actualidad, o más oportuno decir “en los tiempos que corren”, parece que estos sectarios han decidido dedicarse, en la oscuridad de su estudio, a buscar maneras de romper esa vorágine  furiosa a la que nos arrastra, cada vez con más intensidad y con ciclos más cortos, la sociedad. Y aparecerán como abanderados de una revolución cuando consigan armas tales, si la cosa se les da bien, como la maquina de teletransporte, el condensador de tiempo o la máquina de la espontánea ubicuidad.

Están avisados...



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