Estén atentos esta noche, damas y caballeros, porque voy a
desvelarles uno de los más grandes secretos arrastrados a las tinieblas a lo
largo de los años. La existencia de los ladrones de tiempo, los devoradores de
segundos y/o guardagujas.
Este grupo de adoradores de Kronos han perdurado de
generación en generación buscando en todo momento buscar su lugar en el mundo
conforme a las premisas que les marca el tiempo como elemento lineal, buscando
dotarlo de otros elementos más flexibles y mitológicos en pos de una ruptura en
la linearealidad de la vida humana.
Grandes pensadores de esta enigmática secta han sido
Leonardo Da Vinci, Lewis Carroll, Salvador Dalí, Stanislav Lem, Jean Eugène
Robert Houdin, Julio Cortázar o Andrei Tarkovski entre otros. Todos ellos, sin
excepción, han pasado gran parte de su vida adulta buscando, a través del arte,
el camino hacia nuevos puentes espaciotemporales. Estos guerreros del lienzo y
el papel dejaron a su paso mucha ficción pero pocas pruebas reales y prácticas
de cómo conseguir manipular el tiempo a tu alrededor y dominar el espacio a
placer.
La única prueba fehaciente de que realmente estos acólitos
de Kronos consiguieron ahondar con sus minuteros en las oscuras grietas del
tiempo es que fueron, cada uno a su manera, capaces de acumular una sabiduría
más allá de lo humanamente normal para dejar un registro de obras de exquisita
magnitud.
Ha quedado de ellos un surtido de anotaciones, inventos,
bocetos, textos que daban a entender esa búsqueda, esa relación intertemporal
con un secreto velado, por otro lado discreta y solitaria. Algunos de esos
guiños sublimes podemos vislumbrarlos en “esculpir en el tiempo” del director
ruso Tarkovski, “Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda a un reloj” del
escritor argentino o el testimonio gráfico de los relojes blandos de Dalí.
En la actualidad, o más oportuno decir “en los tiempos que
corren”, parece que estos sectarios han decidido dedicarse, en la oscuridad de
su estudio, a buscar maneras de romper esa vorágine furiosa a la que nos
arrastra, cada vez con más intensidad y con ciclos más cortos, la sociedad. Y
aparecerán como abanderados de una revolución cuando consigan armas tales, si
la cosa se les da bien, como la maquina de teletransporte, el condensador de
tiempo o la máquina de la espontánea ubicuidad.
Están avisados...
COJONUTEN! ;)
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