lunes, 16 de julio de 2012

El problema del mal

¿Qué es de esas obras nacidas del ingenio de un loco, qué es de esos personajes desgarradores que parecen sacados de la nada por lo humano y lo divinos a la vez, desde cuándo los cimientos de la cultura fueron terriblemente atenazados por la cultura del tetra brick, el copia y pega y la fast food?

Desde hace ya algunos lustros venimos sufriendo la escasez de lo nuevo y vemos que lo nuevo se sustenta bajo balaustradas de dinero que, por un alto índice de audiencia, no se trata mas que de una vuelta de tuerca a las carcomidas ideas de sucedáneos light de espectáculos de broadway y remakes de clásicos con una mano de chapa y pintura sin entrar en la conciencia de las nuevos conflictos, de los nuevos cambios y las nuevas inquietudes.

Si bien es cierto que aún existen buenos creadores, no se está valorando en su justa medida el esfuerzo en nuevas creaciones si no transmiten al instante un merecido goce en el bolsillo de un productor cualquiera. Eso convierte los esfuerzos creativos en ejercicios de papiroflexia discursiva, de equilibrios imposibles con billetes de tres cifras y, en contra de lo que pudiera parecer, un desequilibrio en la balanza de las artes que siempre fueron pioneras y destacadas embajadoras de nuestro país.

¿Cuál es el contrapunto de este desequilibrio? El deporte y la política. Esta década, si nadie logra evitarlo, se va a convertir para nuestro país en la década de los grandes logros deportivos, que nadie se atreva a decir que el deporte es un arte, y de los grandes desmanes políticos. El último desfalco a la cultura viene de la mano de otro de los grandes errores gubernamentales que, continuando la mala labor de lo anterior, juega contra una compleja maquinaria educativa y artística que, no en la última década, en los últimos siglos han convertido de este país en un lugar referente en la cultura y la admiración internacional.

Por más pintura, letras, música y obras teatrales que tengamos, si no hay unos nuevos referentes se convierten en agua estancada y delimitan el coeficiente intelectual de una nación. Parafraseando a Zenón diré que Dios nos otorgó dos orejas, dos ojos y una boca, probablemente para que escuchásemos y observásemos más a nuestros semejantes y habláramos menos. Esto indica hay voces que predican en el desierto con versos de oro y tocapelotas que aseguran sus piernas por millones de dólares, que sale mejor que invertir en moneda nacional.

Por primera vez, y por culpa de unos cuantos, a la cultura le tocará calentar banquillo.

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