martes, 21 de febrero de 2012

Ahora estoy arriba... mañana estoy abajo


De esta máxima nace toda la historia de la humanidad, llámenlo el eterno retorno, el río de Heráclito o el mito de la caverna. Todos sabemos como funciona el juego de la vida. Tiene unas reglas, pero no tenemos suficiente tiempo para conocerlas todas. Hay quien juega por jugar, hay quien oculta sus bazas y juega fuerte una mano para encumbrarse de divisas y hay quien guarda sus cartas hasta el final. Da igual, al final quien viene a recoger esas cartas es la Parca y hará como que pesa en una balanza tus buenas y malas acciones y te recompensará con la llave de una puerta. El resto del tiempo somos nosotros solos delante de unas cartas que te dicen mucho o nada. Todo son símbolos. Hay quien juega las cartas que tienen más colores y descarta las grises, hay quien juega una ronda a amarillas y la próxima cambia a azules. Hay quien lleva toda una ronda pensando en lanzar una carta y el segundo antes suelta la del otro extremo de la mano. Porque en el juego de la vida no existen las reglas reales, y si las hubiera las modificaríamos para hacer realidad nuestra jugada maestra. El gran problema es que somos 7.000 millones de jugadores (buenos, malos, implicados y desahuciados) y cada mano del jugador anterior cambia la del siguiente. Y un aleteo de mariposa en occidente puede crear un huracán en las antípodas.

Ahora estoy abajo, mañana estoy arriba…

Lo único que no podemos hacer es dejar la partida, porque el turno llega, y puede que quieras apostar a blancas o a negras, pero si no tienes esas cartas, jugarás a azules. Puedes acertar, puedes equivocarte, la siguiente ronda jugaras verdes…
El tablero de símbolos tampoco acaba, simplemente pasas por casilla de salida y recargas cartas, una y otra vez… hay algunos, que con suerte sacan una mano de cartas iguales y se permiten dar una vuelta jugando siempre el mismo palo. Eso te permite aburrirte más, o no. Puedes sacar escalera de color y pasarte la ronda subiendo, o bajando, pero al final es el azar el que se divierte viéndonos jugar unas veces bien, unas veces mal, otras regular…

Ahora estoy arriba, mañana estoy abajo…

¿Al final que queda? Las reglas que nos hayamos puesto, no las tuyas, no las suyas, sino las que nos hayamos puesto, pactadas o no, inalterables o no, únicas… o no. Y puede funcionar, pero tus cartas cambian y puede que alguna no ayude a mi juego, algunas pueden incluso entorpecerlo, y volvemos de nuevo al bucle. ¿Entonces, que nos queda? Nos quedan las reglas ¿Y si cambiamos las reglas? Tenemos las cartas. Las cartas cambian. ¿No había reglas? No recuerdo ninguna regla. Vamos a escribirlas. Pero… estas cartas no sirven para esas reglas. No importa, las cartas cambian. ¿Y si cambiamos las reglas?

Ahora estoy abajo, mañana estoy arriba…


2 comentarios:

  1. Interesante blog. Alguna vez llegas a suspenderte en el medio? Danae

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  2. Sí, pero eso forma parte de otra historia de la que hablaremos dentro de poco. Gracias ;)

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